Elena Blasco
Millones y abundantes razones

 
     
 
 
 
 
 
 
 
     
 
     
 
     
 
   
   

 

 
 
Fragmentos del catálogo de la exposición.

“Nunca ‘me he pensado’ en términos ‘qué soy’ o ‘qué no soy’. En la facultad de Bellas Artes elegí pintura, y es cierto que cuando empecé a trabajar me sentía clarísimamente pintora. Pero ocurría, y no hablo de los primeros momentos pero sí muy pronto, que al ponerme a hacer cuadros sabía con precisión lo que iba a salir, el cuadro que iba a pintar, como si tuviese una foto ante los ojos veía con una claridad bárbara la imagen final, de modo que sólo había que hacerlo y ya estaba. Al principio esto me resultaba estimulante pero, en seguida, me di cuenta de que, habiéndolo 'visto' ya de antemano, hacerlo era un aburrimiento. Esa fue, en realidad, la razón por la cual comencé a interesarme por la escultura o, mejor, la razón por la que empecé a hacer objetos. Porque ahí ignoraba lo que podía pasar. Quería ver qué salía, me interesaba 'el no saber hacer la cosa'. Escribí hace tiempo un cuantecito sobre este asunto. Habla de que hay que hacer lo que no sabes hacer. Hacer desde lo que no eres; ser siempre principiante porque lo que me estimula es idagar. En lo que sabes te ataca el aburrimiento. Y eso sí que no. Quizá, pensándolo bien, sí sea pintora. Me gusta mucho manchar, ensuciarme, trabajar con los colores… Pero también te podría decir otra cosa”. 


“Aquí lo que pasa es que nada es de una sola manera, ni un campo, ni una persona, nada es fijo. Aquí todo muta. Y eso sí que es fácil de observar. Así que yo procuro que esas mutaciones se den a la vez en la pieza. Porque quiero contar el mundo entero… Por eso también podrían ser infinitas, en el sentido de que yo ahora cojo una pieza del 92 y seguiría mutándola. Con algunas lo he hecho en esta exposición, simplemente poniendo un objeto de otro signo al lado y zzssiiit… se deslizan a otro significado y esos corrimientos están muy bien. En realidad, mi ingrediente preferido es la metáfora. Así que puedo ser puedo ser muy ñoña, pero luego me lo llevo al horror pasando por la risa. Si pasas del punto de vista fijo, puedes ponerle a una señora la naríz en una oreja, como hacía nuestro amigo, pues esto es igual pero no con narices, sino con significados.
Es verdad que relativizo, pero no por descreimiento, que también (ya empiezo), sino porque creo que esto del mundo es muy complejo; es decir, rico; es decir, prolijo, exuberante, chocante… ¡Tú fijate cómo es un pulpo! ¡O tú abuelo!”.


“No he sido consciente de la carga de humor en mi trabajo hasta que la gente empezó a insistir en ello, lo debían ver muy claro. No me veía a mi misma como una persona con mucho sentido del humor, hubiera pensado más bien que era seria. Ahora ya no. No creo que busque, al menos de forma deliberada, poner barreras. Yo uso muy ex profeso los colores para decir lo que quiera en el tono que quiera, y lo puedo decir amablemente, humorísticamente, sonriendo… Hablo de lo que me preocupa, de lo que me molesta, me obsesiona o me tiene loca. Bien sé que hablando con esos colores habrá gente que se quede ahí. Pero, por favor… esos rojos son manchas de sangra aunque parezcan flores. Que yo sea jovial, porque use mucho el amarillo es una estupidez. Desde siempre he luchado con el color como arma arrojadiza, como lo opuesto al negro, a la madera, al hierro, a la piedra, contra lo grande, el mueso, lo neutro, lo pesado. Mis armas son los colores, los materiales corrientes, la ligereza y unas escalas y unos tamaños que tienen que ver fisicamente conmigo".


“Nunca había pensado que mi obra contuviese un aspecto contagioso; si es así supongo que quiere decir que algo estimula o atrae al espectador. Desde luego, cuando me encuentro con una obra o un artista que verdaderamente me gusta, me iría corriendo al estudio a trabajar porque, de alguna forma, me ha cargado de energía. Si lo que apuntas fuera verdad y eso le pasase a quien ve mi obra, me halagaría muchísimo. Querría decir que había afactado a su percepción. Lo que sí me ha sucedido con mucha frecuencia ha sido escuchar comentarios del tipo ‘qué jovial’, ‘qué alegre’, ‘debes estar estupendamente jovial’… Y yo me preguntaba por qué le había dado tanta alegría a una persona una obra que hablaba de cosas penosas o terribles. También me choca que mi obra choque, como si no vivieramos entre caniches, brócolis, hígados, dedos gordos… etc. Quien se haya fijado bien, bien en un gato, ya tiene de qué sorprenderse para toda la vida”.

 

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